Ayer, nuestra Hermandad viajó en el tiempo; al menos, 2.000 años atrás. A medida que los coches en los que viajábamos, portando nuestra Cruz de Guía y nuestros faroles, avanzaban hacia Santiponce, las nubes (muy presentes, aunque inactivas) dejaban de moverse; el sol parecía sentarse en el cielo, y el viento descansaba. El tiempo dejaba de moverse... hacia adelante, y comenzó a retroceder a toda prisa a medida que nos acercábamos a las ruinas de Itálica.
Llegamos pronto a Santiponce. Tras tomar un café para entrar en calor, pues hacía algo de frío, entramos en la Iglesia de San Isidoro del Campo y San Geroncio de Itálica para depositar nuestros enseres a la espera de la celebración de la misa y del Via-Crucis. Allí, pudimos disfrutar en la penumbra de las velas moradas de la silueta de Ntro. Padre Jesús Nazareno y de Ntra. Sra. del Rosario Coronada vestida de hebrea.
Tras la Eucaristía, comenzó el Via-Crucis con un tono de solemnidad realmente sobrecogedor. Las antorchas encendidas, el toque del muñidor, la música de capilla y el hilo musical de cantos gregorianos a lo largo del recorrido... hicieron de máquina del tiempo. Del resto se encargó el paisaje, el entorno tan magnífico en el que se desarrolla este acto de piedad: nada más y nada menos que las ruinas del anfiteatro de Itálica.
Nuestra Hermandad presidió la 4º Estación, en la cual, Jesús se encuentra con su madre, y tras el rezo del Via-Crucis, volvimos de nuevo a la Iglesia para terminar con la bendición del Párroco. Luego, nos trasladamos al salón de la Hermandad anfitriona donde repusimos las fuerzas con una agradable comida.
Fue un viaje en el tiempo que, sin duda, repetiremos dentro de dos años. Y como una imagen vale más que mil palabras, os dejamos la galería fotográfica de la noche de ayer.
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